jueves, 3 de diciembre de 2009

LAS DOS CARAS DE LA MONEDA


La zona céntrica de la ciudad malagueña se renueva con el objetivo de recibir a su principal fuente de ingresos, el turismo. A su vez, pretende velar por la tranquilidad de sus vecinos y la conservación de sus antigüedades arquitectónicas.

Esto ha desencadenado una serie de cambios apreciables por los ciudadanos, como son las amplias zonas peatonales para poder disfrutar de largos paseos en el interior del casco antiguo, el desplazamiento del ambiente juvenil a otros lugares y las restauraciones, tanto de la catedral como del paseo del parque.

Como se suele decir en nuestra tierra “los cambios siempre son para mejor” y en este caso, “aunque nunca llueve a gusto de todos”, somos conscientes de la importancia que tiene para una capital sostenida básicamente por el turismo, hacer un lavado de cara de vez en cuando.

Otro factor importante, además de lo que se ve a primera vista, es el de contentar y satisfacer las necesidades de los que vienen a pasárselo bien, ya sean personas de otros lugares o nosotros mismos. Y para ello, el servicio ha de ser impecable, porque si queremos que hablen maravillas de Málaga y de lo amable que es su gente, no puede faltar ni el más mínimo detalle.

Es un como un reloj y su mecánico engranaje, si alguna de las piezas no funciona éste no da bien la hora o se para, lo que conlleva llegar tarde e incluso no asistir a la cita y quedar mal, por supuesto.

Y permitiéndome la comparación, es precisamente esto lo que va a suceder en el caso de continuar apretando las tuercas de los trabajadores que se dedican a transportar, repartir y suministrar durante la semana a los distintos comercios y gremios, como el de la hostelería, concentrados en la parte más turística de Málaga.

Para las personas específicas de este sector, cada vez es más ardua la tarea de ejecutar su trabajo correctamente sin tener que lidiar con algún policía que ateniéndose a las estrictas normas dictadas por el Ayuntamiento, les amenaza y sanciona con multas, abonadas en su gran mayoría por ellos mismos, currantes y mileuristas, suponiéndoles deudas a pagar que se les restan a su trabajo de días o incluso semanas de su sudor y tráfico, mucho tráfico. Pero claro, la ley es la ley y según lo estipulado, se abastecerán “todos” los establecimientos, dentro de la nueva zona peatonal acotada sólo para peatones y residentes, desde las ocho hasta las diez de la mañana. A lo que se le añaden sólo algunos, por no decir casi ninguno, los aparcamientos habilitados para carga y descarga situados alrededor de la zona céntrica con, por supuesto, horario restringido. Además, informar que existen lugares cercanos a la playa malagueña como el Paseo de Reding que no poseen dichos aparcamientos y como ya sabemos, son de gran afluencia durante todas las épocas del año.

Para hacernos una idea, ¿qué sería un bar de desayunos sin café, leche o zumos, un baño público sin papel higiénico, una terraza en la que no se pudiera tomar un refresco o una cerveza, un restaurante mal oliente a causa de la falta de productos de limpieza, una tienda sin ropa en las estanterías, una panadería sin pan, etc.? En fin, todos esos productos que cada negocio necesita para abrir sus puertas al público. Aquí podemos hacer volar nuestra imaginación… un verdadero desastre.

Realmente no soy la voz salvadora que dará una justa solución a la problemática diaria en las calles malagueñas, pero lo que sí pretendo es que no nos olvidemos de aquellos que se dejan la piel para que cuando tengamos un rato libre podamos ir a tomar algo con nuestros amigos al lugar de siempre, o por si tenemos una fiesta imprevista podamos ir al centro a la tienda de moda y comprarnos el conjunto más elegante, o hacer un kit-kat a media mañana para tomarnos el desayuno calentito, sin olvidarnos de los turistas y sus necesidades como consumidores.

Ofrecer la mejor calidad y los mejores servicios a los que visitan y viven en la ciudad, es responsabilidad de todos, pero la otra cara de la moneda puede costar muy caro al sector proveedor que diariamente ofrece sus servicios y a consecuencia de ello, sufren la precariedad de un trabajo que a la larga no sale rentable.

Lo irónico es la notable comodidad de algunos, que al llegar a su puesto de trabajo les espera un aparcamiento reservado exclusivamente para ellos, una oficina acomodada y una ventana que por lo que parece, está cerrada a la otra cara de la realidad, la vivida por sus propios paisanos. Al parecer, en la sociedad actual, se ha de tener un cargo oficial para burlar los obstáculos que a cualquier ciudadano de a pie se le presentan en su vida laboral y personal.

Se entiende que nadie es perfecto, pero que poquito se piensa en aquellos que se ganan la vida ofreciendo servicios a la comunidad igual de respetables que los puestos ocupados en los grandes y poderosos edificios.